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Entre lo vacío y lo lleno

Cuento escrito a principios de 2016 inspirado en una historia real.
 

Él se acercó dulcemente. La miraba con esos ojos marrones e intensos. La luz lo hacía todo mágico y de una súbita calidez. La intimidad que experimentaban creaba mundos y los llenaba. La sencillez de su mirada y la incondicionalidad de su presencia solo era enturbiada por la posibilidad de que le falte.

La novedad de estos sentimientos la enmudecía: solía tener todo bajo control, amarrado y descuartizado en partes más simples. Y lo mismo había intentado hacer con esa relación, hasta la ocasión que él se convirtió en dolor inmanejable que rompió, con milenaria intensidad, su inmensa coraza de saber que la habían hecho sobrevivir hasta el momento. Sentía una rabiosa vulnerabilidad que le acaloraba el espíritu y enturbiaba hasta sus más amorosos sentimientos.

 

¿Sería acaso esto amor?

 

Los ojos de él se convirtieron en dos enormes pechos de los que ella estaba bebiendo en una acompasada respiración de quietud y certezas. Unos pechos que la habían calmado y habían aliviado su sentimiento de vacío. Sus manecitas se aferraban a los pelos de su madre, la persona más preciosa del mundo a quien miraba con ojos de embelezamiento y subyugación. Todo estaba lleno.

 

¿Sería acaso esto amor?

Todo a su alrededor tenía la forma de esa plenitud, de ese olor a piel, a cercanía. Todo redondeaba, todo estaba completo, gordo, cómodo.

 

Los ojos de él y los pechos de su madre. ¿Porqué los ojos? Sus ojos la miraban y valoraban. A veces la admiraban, a veces apreciaban otros derroteros. Esos ojos de él que le daban de comer a ella, con su voracidad (de ella) insaciable de contacto peremne. Todo estaba destinado al dolor y ella no lo soportaba. El pesar de su posible ausencia la sumergía en un limbo gris y contaminado de palabras incesantes y perniciosas que le hablaban sin parar y con ansiedad, a su oreja derecha.

 

Todo seguiá redondeado pleno y abundante. La vida estaba llena de los recuerdos del amamantamiento, momento de perfección. Y ella odiaba la perfección porque anticipaba el fracazo. Prefería su ausencia, a tener que luchar con sus propios fantasmas y complejos.

 

Ella se había sentido traicionada por su madre cuando a sus tres años había descubierto que prefería a su padre, frío y maltratador, a la bebé, que era la luz de sus ojos. Verdad que desencadenó en llanto y auto-maltrato que había asustado a la madre quien había achacado esta auto- flagelación de su hija, a las condiciones agresivas del hogar que ella misma había construido junto con ese hombre que ahora le parecía un extraño.

Pero no, esto estaba diseñado incluso desde antes de haber decidido bailar con el padre aquel sábado; desde antes de que los hombres y mujeres se casasen, antes de que la madre viviera y tuviera sueños.

 

No era sólo debido a que la madre no había podido hacer algo mejor, era el enfrentamiento del alma infantil ante su primera consciencia de vacío. Del vacío/ no lleno de la teta.

La conciencia de la soledad de los bordes propios, de soledad que con el tiempo se convertiría en la posibilidad de individualidad y libertad.  Pero ahora era un NO, esto no puede ser, mamá sigue siendo solo mía!

 

En el presente él había elegido otra persona antes que a ella, y eso tenía un regusto a vacío. Vacío que había experimentado muchas veces, pero decididamente, no con esta sentenciosa intensidad.

 

Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío, Lo Pleno, Lo vacío,

 

Toda su existencia se había reducido a esa onírica escena donde el vacío y lo lleno se disputaban el liderazgo exclusivo:

-Amor de madre, de antes de saber siquiera que su padre existía. Amor intenso, único e inefable. O un amor que trae dolor y soledad.

 

Luego de esa desilusión, la primera de bebé, todos los amores serían fatales o aguados. (plenitud-vacío- redondeces- vacío) y nunca sería capaz de encontrarLO, buscando desconsoladamente.

 

Pero...qué es lo que buscaba realmente?

En realidad no buscaba el amor, sino buscaba encontrarse con la misma desilusión que la encegueció, porque en su fuero más interno sabía que si no encontraba esa misma intensidad y la resolvía, no sería capaz de mirar a la cara a su padre como lo que realmente era. No sería capaz de mirar a la cara, al amor.

 

Y ahora frente a él, la grandiosidad de sus sentimientos, los fantasmas y el pavor; la llevaban por caminos nuevos y aterrorizantes.

Quién podía acompañarla dándole la mano? Nadie lo haría, a nadie le correspondía. Era un designio cuyo intringulis debía resolver sola y llorando, sola y dejando de llorar.

Romper con la navaja de la realidad un delirio infantil de unión para encontrarse con la adulta que es, con la adulta que quería llegar a ser.

 

Hombres, los que quería, pero ninguno le daba el favor de develar su alma, como había hecho su padre en la escena de la pelea entre lo lleno y lo vacío . O como lo había hecho su madre, en esta misma escena.

 

Él se acercó dulcemente. La miraba con esos ojos marrones e intensos. La luz lo hacía todo mágico y de una súbita calidez. Y ella quería demostrarle que el pico de dolor que los mantenía separados, en realidad era el amor que estaba tomando forma, justo en ese sitio entre lo lleno de la plenitud y la oquedad de lo desconocido.

                                                                                                                        La chica con el cuervo en la cabeza

 

 

 

 

 

 

Esta historia expresa el paso del mundo de la Luna al mundo de Saturno, que experimentamos en el momento de los tres años cuando poco a poco dejamos la teta y descubrimos que mamá, además de tenernos a nosotros tiene a papá, amigas, trabajo. Es el primer encuentro con la realidad y como tal, con la soledad que me dará la posibilidad de ser un ser separado. El paso del mundo de la madre al mundo del padre. O lo que es igual, la transición de  una manera de amar de díada (dos) a otra más conectada con Urano que en su evolución hacia la libertad ha de enfrentar el vacío de la encarnación.

Este es un especial momento en nuestras vidas como mamíferos: con una madre y un padre que tienen naturalezas, cualidades y velocidades diferentes. Mamíferos que comienzan a aprender a amar como seres libres cada vez más y más y más...

 
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