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De calor a templado, de templado a alegría:

La ira que sentía retumbaba en toda su cavidad corporal como si fuera una campana de estridente furia. ¿Ese enojo provenía de su infancia? De más lejos, se auto-contestó.

 

Solo podía beber agua para pasar el mal trago. No comer, casi no respirar. Solo beber.

La gar-gan-ta: había una cabra atravesada allí, un monstruo dionisíaco y terco en el último día de la bacanal. Un ser auto-destructivo e impetuoso con derecho adquirido a despotricar. Le seguía toda la fauna salvaje, como si de fantasmas de otras generaciones se tratase. Cualquier pequeño incidente del presente como de casualidad activaba la ametralladora. Tenía un monstruo atravesado en la garganta. Y no bastaban todas las flores y la psicología compensatoria, para aplacar toda esa pasión reprimida por lo que parecía cientos de años. Nada de lo que había probado le había sido lo suficientemente sustancioso para ni siquiera sentir su efecto y frenar la avalancha. Tenían el efecto contrario: desatar aún más iiraaaaaa!

 

Desde un día a esta parte, a la violencia contenida, resultó que no necesitaba contenerla y se desató la catarsis. Una mañana en el baño de su casa: se estaba lavando los dientes al mismo tiempo que contestaba el móvil y mientras se peinaba. O sea, haciendo una primera acción se encontró bien, una segunda se sintió forzada (pero como tantas otras veces), y fue la tercera la que catalizó el ataque de asfixia.

No respiraba y el aire venía en su ayuda en pequeñas convulsiones.

Como si de repente todo el aire reprimido por años de tensión interna, retornara a manera de arcadas. Había estado aguantando por años y de repente no se aguantaba más. Ni un alfiler.

Desde el incidente de la asfixia entonces, iba gritando mas o menos audiblemente su dolor  que sopesaba existencial por tamaño y antigüedad.

 

El dolor no había pasado a ser enfermedad pero ella lo presagiaba.

 

La verdad era que por un motivo que no alcanzaba a dar sentido y anárquicamente,  aparecía la rabia de imágenes ni siquiera vividas. Como una lotería en el que se había ganado un pozo de alguna índole. Pero este era un hondo pozo eternamente existente del que se alimentaban todos los seres humanos que sentían injusticias.

Hubiera sido más fácil si era un enfado y hasta rabia por un hecho concreto de la infancia: el abandono de un padre o la negligencia de una madre, pero ella tenía los mejores que alguien pudiera desear.  Al no poder poner historia al dolor, le era aún más inquietante.

Sí había una pista: se trataba del amor y de ser mujer.

 

Y fue hasta cuando decidió no quitar la rabia sino su auto- imagen, que las cosas comenzaron a cambiar.

Aunque sabía que nunca iba a volver a ser la misma y justamente debido a eso; se permitió una apertura a algo diferente que aunque perturbador sólo lo era para quien no se lo permitía, y ella lo estaba haciendo.

Y permitió permitió permitió... La respiración era su aliada: con la inhalación traía esos sentimientos hacia sí como si de un recuerdo o imagen ya vivida se tratase; y con la exhalación los liberaba. Permitir permitir….

 

Y el pensamiento que le dio significado más que tratar de encontrar explicaciones a lo inexplicable, es que ese calor de la garganta que de tanto respirar ella convertiría en templado, a su hija, que la continuaba, le tocaría de templado a frío, y a su nieta ya le tocaría la alegría.

Este escrito es la descripción de un proceso quironiano de consciencia. Quirón es el símbolo que la astrología tiene para explicar un espacio en el Ser, donde la rabia aparece de manera trans – generacional relacionada a algún tema en particular según el planeta al que se encuentre asociado o particularidades específicas en la carta natal de la persona. Este símbolo que recién los humanos estamos intentando dilucidar (Quirón fue descubierto en 1977) nos acerca a la idea de lo trans-personal, o sea más allá de mi historia. Dicho en otras palabras, que hay ciertos procesos terapéuticos cuyo “éxito” no se verá en nuestra vida, sino quizás en generaciones siguientes. Ya que somos solo un eslabón en el encadenamiento generacional. Y se propone la opción de soltar la auto-imagen y el modelo como puerta a la apertura a algo más grande que nos abarque, y de aliarse con la respiración.

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