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El mundo de los puntos

 

Los mundos:

 

Había un “ser”en sus sueños como monstruo peludo al que abrazaba inconteniblemente, cuando estaba triste y no podía levantarse de la cama. Este mismo a veces era una gata repugnante que le hacia despertar en medio de la noche y saltar de la cama, cuando estaba angustiada.

 

¿¡Qué tengo que hacer para poder aprender de mi sueños? En la escuela para aprender sobre sueños le habían dicho que tenía que ser precavida con su energía sexual, debía ser sobria y nunca enojarse. Y ella lo estaba consiguiendo.

Había comenzado el transitar voluntariosamente y con disciplina los mundos paralelos, donde había conocido seres extraños, sensaciones y gustos que nunca había probado. Se había mirado a ella misma durmiendo y aprendido maniobras de vuelo: como frenar o dar saltos muy largos.

 

La primera experiencia sucedió un día cuando se fue a dormir una siesta en su cabaña en el sur de Argentina. Estaba en el mismo sitio donde estaba durmiendo (en la vigilia), aunque estaba ligeramente cambiado y con forma de templo. Ella colgaba de una soga del centro de la bóveda del techo y podía balancearse empujándose de las paredes. Sabía que estaba soñando y que ella seguía despierta y con consciencia. Inmediatamente se dio cuenta que no era una soga sino fibras de luz que salían de su matriz. Era una sensación, menos visual que física. Se llenó de un fresco fulgor.

Ella que no sabía como hacer otras cosas, tenía un útero lleno de energía que podía soñar sueños de hechiceros.

 

El mundo de los recuerdos paralizados, los sueños del pasado:

 

Un recuerdo la llevó al "mundo de los puntos" que era el mismo que el de los recuerdos paralizados.

 

Su abuelo diciendo algo que le había dolido y marcado (hace tiempo que ya sólo se acordaba la emoción más que la ocasión). Él quizás  había hecho solo un comentario al pasar que su corazón de niña dimensionó fundamental. Entonces dejó fijo a su abuelo en ese instante, su "abuelito" que de este modo sería solo suyo. El abuelo real siguió con su vida, teniendo más nietos, saliendo a pescar con sus amigos y comprando violetas a su abuela cada aniversario.

Pero ella lo conservó congelado en esa escena donde la desestimaba, en un mundo donde ponía todo lo subjetivamente importante para ella.

Allí tenía el día que decidió dejar de mirar fútbol porque existía la posibilidad de perder; el día que murió Benji, el perrito tan simpático del vecino, por lo que decidió no involucrarse nuevamente con ningún animal; cuando los niños del Jardín de infancia la empujaron dentro de una rueda en la que uno le diera besos sin su consentimiento; y las palabras de aquella bruja del barrio que le había dicho a su madre que ella siempre haría lo que querría, pero nunca tendría dinero.

 

Era una dimensión donde estaban algunas imágenes fundamentales paralizadas por el miedo: se había congelado ella a los ocho, con su abuela haciéndole la cola del pelo que nunca se la hacía lo suficientemente ajustada y sus compañeras se reían de ella en el colegio; ella con 3 años y su hermanita en brazos recién nacida, en aquella ciudad tan calurosa.

Tenía calificadas las escenas por edades y parientes. Y cada vez que por las inclemencias de la vida y por misterioso acontecer, se aventuraba a este universo, encontraba registros aún más tempranos para su iconografía de eventos congelados. No sabía qué significaba acceder al pasado, pero le sonaba a mayor profundidad.

 

Las observaba, respetaba y hasta las idealizaba porque habían sido fundamentales.

Todos estos eventos dolorosos y malentendidos de la infancia, habían cristalizado una manera, un "ego". Y, para seguir sosteniendo, esta manera/esta identidad, le requería mucha energía, ya que esas imágenes ya no existían en la dimensión de la realidad.

Y eran sus sueños, la herramienta que usaba para acceder a la dimensión de recuerdos paralizados.

El mundo de los puntos:

Observó que cada una de esas imágenes tenían 4 coordenadas: altura, anchura y longitud. Pero la cuarta que era el tiempo, al estar petrificada, afectaba a la profundidad que se veía extraña y se sentía incómoda. Por ejemplo, el recuerdo de su padre ya fallecido era como una pantalla que se esforzaba sin lograrlo, por percibir en tres dimensiones.

Otro dato particular era que las escenas no se desarrollaban en el tiempo. Las imágenes no tenían movimiento normal sino que eran como puntos que se encendían cuando el ego lo requería para sostener su identidad, que estaba basada en esos recuerdos (dolorosos) fundamentales.

Tenía unos cuatro importantes que registraba, y seguramente otros que no acababa de notar. O sea que esos recuerdos eran puntos que se encendían todo el rato, según iba viviendo.

 

Esto le requería mucha energía, pero era eficaz y tranquilizador a la mente que siempre quería darse explicaciones lógicas ante lo que veía en el universo, que necesitaba pasado para seguir construyendo el presente.

En realidad todo era energía sin forma, pura; pero terminaba convirtiéndose unívocamente en puntos, que activaban esas memorias de dolor, que le confirmaban su identidad.

 

Había comenzado a observarlas cuando tenía 7. A los 14 años, de puntos ya habían pasado a segmentos cortos y líneas. Y llegada la edad adulta ya eran ovaloides. Estas formas iban haciéndose más grandes con ella.

Se encendían repetidamente cuando algo en la vida actual le recordaba que le debía fidelidad a su pasado. Una fidelidad profunda, incuestionable y por lo visto más potente que el presente o el futuro.

Su interior era como una potencial avalancha de puntos frenada por la fidelidad al pasado, el miedo y la melancolía.

El comienzo del movimiento:

Pero un evento, la había empujado a un estado de vitalidad que estaba removiendo los óvalos agitándolos y cambiándolos...

Los recuerdos cambiaban se mezclaban y habían comenzado a continuar, a recuperar la dimensión del tiempo.

Entonces estaba muriendo. El frío se estaba calentando y todo se ponía dolorosamente en marcha.

No pensaba que era necesario pero parecía que sí. Ella, tal como se conocía, estaba cambiando.

Con lo que le gustaba como era con sus quejas y neurosis, con los fascinada que estaba con los recuerdos, por lo amargo, por lo artístico y eso...

Sabía que pasaban muchas cosas, pero que ella solo registraba las cosas que tenía que curar para curarlo. Y ahora que ya no lo necesitaba, viviría una vida propia.

 

Entonces se dio el permiso de dudar de la certeza de sus emociones y dejar abierta la puerta del misterio.

 

La imagen de ella con su abuelo apareció y vino para que la desmenuse. Los ovalos se abandonaron segmentos y luego puntos nuevamente.

Y ella podía escoger en que nueva organización de puntos los colocaría, y lo re- organizó otro hombre, incluso su novio.  Luego los puntos se re- estructuraron en otras escenas y prácticamente en cosa de minutos ella manejaba esta posibilidad de escoger lo que quería ver.

Todos sus recuerdos eran una serie de pixeles de la misma foto que daban una imagen u otra según elegía lo que ver.

 

Ella se volvió una risa incontenible que aceleraba aún más el proceso ya puesto en marcha. jejejejejjejej!!!!!

Tenía tres voces: la que venía de la garganta con mucha furia, la de la cabeza parlanchina y la del abdomen, que no se podía escuchar más que en silencio. Esta risa venía de su abdomen. jejejejejjejejeje!!!!!!!

 

Había aprendido como hacer de los recuerdos energía!!!!!

Ese era un don latente en la familia, que se había olvidado y ocultado como un pozo por muchos años. Justamente ella,  estaba sacando agua de ese manantial sin regurgitar hacia varias generaciones, y lo haría un servicio.

 

Un sueño del presente:

En su último sueño corría cuesta abajo una pradera, se reía con esa carcajada del abdomen y sin poder ponerse freno, como en la infancia. La luz era especial, había una brisa de paz. Ella seguía bajando y riendo sin poder parar, de bajar ni de reír. 

Una vez despierta pudo reconocer, que ésta y todas las sensaciones se alojaban en su abdomen, el verde, la pradera, las carcajadas incontenibles, los dolores, la bajada imparable, el amor...   

 

 

                                                                                                                     La chica con el cuervo en la cabeza

 

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